martes, 9 de septiembre de 2014

Periodo de Adaptación:

Seguimos en los días de adaptación donde todos nos vamos tomando la medida. Vemos a algunos padres y madres que se van desde la puerta de la guarde con el corazón encogido porque su peque se ha quedado llorando. Otros, sin embargo, toman como un triunfo y un regalo la ausencia de lágrimas y la capacidad de los pequeños para adaptarse al nuevo entorno, a las nuevas personas (adultos e iguales) y a las nuevas rutinas. 

 En muchas ocasiones somos los mayores los que necesitamos argumentar que los niños se quedan en la guardería sin esfuerzo y sin que nada les haya parecido doloroso. Somos nosotros los que, queriendo evitar nuestro propio dolor y congoja, interpretamos esta distancia entre la novedad de la situación y la angustia de separación a la luz del llanto: Si no llora, todo va bien. Si llora, la cosa no va tan bien. Pero, ¿Es normal que llore, que pregunte por papá o mamá siete mil veces durante la mañana, que quiera estar en tus brazos sin tiempo ni prisas? Por supuesto que lo es. De hecho, intento ponerme en el lugar de todos ellos y si a mí me llevaran a un sitio nuevo (o conocido pero al que no he vuelto en los últimos tres meses), abriera la puerta una real desconocida que me sonriera no sé porqué, que me hablara con un tono agudo diciéndome: “buenos diiiiiiiaaaaaaaass”…., que me prometiera “el oro y el moro” y que me ofreciera sus brazos…os aseguro que yo no se los echaría a la primera de cambio…Yo no me relaciono con otras personas a esas distancias sin conocernos de casi nada… Así, pues, es normal que se quejen y que muestren su indignación ante nuestros intentos de pasar por esta situación “como si no pasara nada”. La memoria de un niño es realmente breve y no siempre recuerda que ya estuvo aquí, en esta guarde, el año pasado. No tiene explicaciones ni entiende porqué han habido tantas mañanas y tardes divertidas con papá y mamá y ahora desaparecen. No sabe porqué debe comer aquí, ahora… 

No hay muchas palabras que decir ante esta realidad. En nuestra Escuela intentamos ser comprensivas y repetirles, aunque sea un bebé, que entendemos que se enfaden si papá y mamá no están, que sabemos y les aseguramos que vienen a buscarles y que es normal que estén enfadados. Y permitimos que descarguen ese enfado. Ante este dolor sólo nos quedan besos y abrazos, consuelo. Pocas palabras que no dicen mucho y muchos gestos que lo digan todo. Al principio de este año, donde mucho de lo que haremos será enseñar, no queremos obviar que el más largo aprendizaje de todos es aprender a ver. Y somos los adultos los que tenemos que aprender a ver y distinguir entre lo que necesitamos nosotros, los mayores, (que no lloren al entrar, que no hagan ruido, que se calmen, que no peleen, etc) y las necesidades reales de nuestros pequeños. En estos días, su gran necesidad es la comprensión. Y aprenderemos a verla con cercanía y ternura. En ello estamos. Durante el período de adaptación, es cierto que vamos dándoles tiempo a los pequeños para que reconozcan el sitio, que aprendan a estar más tiempo poco a poco fuera de casa sin los padres, a que unas extrañas estén más cerca de ellos. 

Pero, ¿qué nos traemos entre manos durante ese tiempo?. Me gustaría explicar qué es lo que siento durante los primeros días, independientemente de la edad que tenga el/la pequeñ@. Entre él y yo, se establece una especie de duelo entre contrincantes. Primero de miradas. Yo le indico, “puedes fiarte de mí” y él me responde “Ya veremos”. Así podemos pasarnos unas mochila portabebés durante algunas horas, cerca del corazón. Sigue el combate…Yo le digo, “déjame que te proteja”, él me contesta: “Ya veremos”…Y así vamos estableciendo una relación que está llena de desconfianza y de dudas. 

Nuestro trabajo consiste en ganarnos la confianza de un pequeño que tiene que pasar mucho tiempo lejos de sus figuras primarias de apego, sus padres. Por eso es muy importante, es fundamental, que reflexionemos sobre el período de adaptación, los primeros días y semanas que llegan a la Escuela. 

No sólo deben acostumbrarse a un nuevo lugar y un nuevo horario. Tienen que resolver un duelo, donde una persona adulta les está invitando a que confíen, a que se dejen mecer, a tomar un bibi en otros brazos, a que les cambien el pañal sin conocernos de nada. El combate en ocasiones, ha estado presidido por caritas serias, a veces, gestos agrios, llanto. Sin embargo, algunas veces la vida, nos da abrazos sin palabras, con gestos y miradas. De vez en cuando, nos sonríe, regalándonos hechos confortables. Entrar en el mini universo infantil y pasearme por él, me hace crecer como persona. 

Ahora mi trabajo consiste en ser una persona de fiar, en que se sientan en buenas manos, que en ese combate en el que nos tomamos la medida, ambos seamos vencedores. La Escuela Mom, hace una apuesta clara por un período de adaptación con corazón.







Carta del personal docente del CEI MOM.
Inspirada por nuestra nueva compañera de un año.

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